15 abril 2009

Cómo se hace un escritor o una escritora

1


No es que todos escriban naturalmente una novela o un ensayo.

Todos tienen ideas, convicciones, historias personales, que a veces piden ser escritas. ¿Piden ser escritas? Sí, si entendemos que la escritura es un territorio que proporciona (¿otorga? ¿propone?) respuestas, compañía, más ideas, sorpresas, placer.

Hacer una incursión por este territorio, probar, no todos de la misma manera: escribir lo suyo, en forma de memorias, de aventuras, de experiencia íntima, de argumentación, de libro para exponer un conocimiento, una convicción, un desacuerdo. Y así encontrar el espacio para decir, explorar comprender, ser escuchado, ser libre.

Tal vez, podrías empezar por decidir tu relación con el lector: distraerlo, movilizarlo, ayudarlo o inspirarlo.

¿Qué dices?


17 junio 2008

Tu escaparate literario. Presenta tu libro (imaginario o real) en 15 palabras:

1. Di si tu libro es real o futuro.

2. Título y nombre del autor.

3. Haz en 15 palabras una presentación de tu libro, el que has escrito o el que deseas escribir, con absoluta libertad.

Auspicia las presentaciones la revista Escribir y Publicar (http://www.grafein.org/) en la que se publicarán las 10 mejores presentaciones y se difundirán los libros y los proyectos de libros a la búsqueda de un auspiciante.

Y habrá más proyectos y más propuestas.

silviaadelakohan@grafein.jazztel.es

12 noviembre 2007

LA CASA DE LA ESCRITURA

En lugar de desesperarme porque no sé bien cuál es mi lugar en el mundo, esperar a que las palabras me hablen, entonces lo sabré.
Me entiendo a mí misma escribiendo.

Apelo a la contradicción como programa de creación y de libertad.
Digo y me contradigo. ¿La conclusión? Un camino directo al interrogante. Con las respuestas empieza el libro.
La detención no existe. Por estas páginas circulan en forma explícita o sutil las más atractivas variaciones que pondrán tu mente, tu corazón y tu escritura en movimiento. Un día me dije: si no eres libre ahora, perderás tu última oportunidad. No sé por qué me mentí que era la última oportunidad (yo era muy joven), pero te recomiendo que tú también creas que lo es y actúes en consecuencia. Desde entonces no dejé de escribir.
El bloqueo es imaginario y como tal se puede transformar: desintegrarlo y hacer otra cosa con los fragmentos.

*****
La escritura es un campo de pertenencia. Te permite reconocerte.
¿Por qué escriben las escritoras?
Como Marguerite Duras, como Doris Lessing, como Patricia Highsmith, como Isabel Allende, como Marguerite Yourcenar, como tú. Dilo, éste es tu espacio.
¿Por qué escriben los escritores?
Como Horacio Quiroga, como Hemingway como Raymond Carver, como Italo Calvino, como tú. Dilo, éste es tu espacio.

07 noviembre 2007

Bienvenido el deseo de escribir

Bienvenido el deseo de escribir
(entre el cuerpo y el alma)

Silvia Adela Kohan

Esas cosas que uno quisiera decir y no dice... Lo que no se acaba de entender... Lo que se sabe y lo que no se sabe... Los pensamientos que interrumpen y molestan... Lo que se desea, lo que se le desea a los demás...
Escribiéndolo, se reacomodan los pensamientos. Hacerlo sobre una misma o a partir de una misma exige coraje, pero proporciona un gran bienestar. Puede dar lugar a un proyecto narrativo, da sentido a la vida. Escribir sin limitaciones y sin frenos, resuelve problemas emocionales, mejora el estado de ánimo. permite saber lo que una no sabe de sí misma y encontrar la propia voz.

I

Escribir pone en marcha la alegría. En el momento en que me dispongo a escribir todo bulle en mi interior, es un saludable acto de vida.
Dice Doris Lessing: “La función de la literatura es comentar la vida para gente que también está interesada en analizar la suya a través de la literatura”. Una frase, un poema, un fragmento de novela, funcionan como la revelación de algo que permanecía oculto para el autor del texto y que aflora en su lectura. Tan sólo, con las cartas autobiográficas a los amigos es posible sentirse mejor. En todos los casos, las palabras escogidas son delatoras.

II

Un método: recurrir a la retrospección. Nos recontamos el pasado, y ese ejercicio nos cura al descubrir con satisfacción que hemos sido y que somos muchas. Muchas mujeres coexisten en nosotras y todas pueden alimentar a la escritora, desde las otras que soy, desde las preguntas, desde la experiencia, los recuerdos, desde el cuerpo, desde los sentimientos, desde el alma.
Por momentos se sufre, nos parece que el relato se diluye y abandonamos, o nos aplasta la autocrítica, sin embargo es cuando conviene tomarse un descanso y seguir, o consignar las dificultades, y poco a poco, una se va dando permiso (porque a menudo se trata de eso) y se conecta con su propia voz. Lograrlo en la escritura es lograrlo en la vida. Darse la autorización de hacerlo es otorgarse valor.


III

O un diario íntimov(¿otro método?), un diario de ideas, un cuaderno de notas cotidiano. Un diario (día tras día) lleva al autoconocimiento. ¿Estoy angustiada? ¿Rabiosa? ¿Eufórica? ¿Desilusionada? Lo cuento. No omito nada. No huyo de los minuciosos detalles. Tal vez, con el tiempo, podré transformarlo en material para una novela. Mientras tanto, si se deja a un lado el pudor, hace de cómodo confesor, de retrato complaciente o amenazante, de alter ego.
Escribir para luchar contra la cobardía, vaya si es un ejercicio saludable.

Soy mi propia interlocutora. Me atrevo a escucharme y lo escribo. Desato nudos. Deshago grumos. Qué alivio y qué placer. Me impulsa el deseo irrefrenable de resignificar el mundo. Escribir es pasarlo bien con una misma.


IV

Admitanos que la escritura no es un recurso, es un fin en sí mismo. Pero salva aun sin proponérselo. Para Dostoievski, fue el mejor tratamiento curativo, al acabar Los hermanos Karamazov, que narra las relaciones familiares y el parricidio, se curó su epilepsia originada con la muerte de su padre. Es mayor la probabilidad de salvación si lo escribimos porque bulle en las vísceras.
En cuanto a Marguerite Duras, 1956 es para ella un año de trastornos emocionales: su amante la abandona, su marido trae a otra mujer al departamento que comparten, cría a un hijo al que no comprende y lleva meses sin publicar. Pero escribe todo el tiempo. Recurre al psicoanálisis. El analista lee los libros de la paciente y le dice que no hace falta que vuelva, que la solución para ella es escribir.
Muchas escritoras (como Doris Lessing) lo son a causa de la frustración. Se echan los miedos fuera a través de la escritura.
Susan Sontag habla de la necesidad de soledad para buscar «la propia voz» y retoma a Kafka que decía: “Para escribir nunca se está suficientemente solo. Pienso en escribir como en estar en un globo, en una nave espacial, en un submarino, en un armario. Es ir a algún sitio donde no hay nadie a concentrarse, a oír la propia voz de uno”. Lo corrobora Paul Auster, que agrega: “ Creo que lo asombroso es que cuando uno está más solo, cuando penetra verdaderamente en un estado de soledad, es cuando deja de estar solo, cuando comienza a sentir su vínculo con los demás”.

La escritura como cura, como terapia del lenguaje; la precisión lexical como realización máxima de salud.

V

Escribir para ocupar un lugar en el mundo. Si se duda de la vida o en la vida, allí está la escritura, el acogedor espacio de la página.
Empecé sin darme cuenta, escribo desde pequeña. La pasión surgió y se afirmó como rebelión frente a un mundo que no comprendía del todo. En la infancia, me sentía bastante sola. Con unos padres que daban demasiada importancia a la realidad, yo escapaba al centro de las palabras (uf, qué alivio), me refugiaba debajo de la mesa o tras los cortinados y me inventaba personajes (aprendí a poner en boca de un personaje lo que no me atrevía a expresar). Con el tiempo, me interné en una y otra novela poblada de mujeres entre las que estaba yo –agazapada en las manías de una, los gestos de otra, los miedos, la curiosidad o la incertidumbre de alguna–. Ellas tenían una historia; deseaba que me la contaran para saber más de mí.

Escribir como tabla de salvación. Para no mentirse.


VI

Escribo para reordenar las palabras de mi madre, las que le escuché y las que me hubiera gustado escucharle decir. Soy las mujeres que me precedieron. Dicen que mi abuela se suicidó. Acaso, lo hizo para que yo ocupara su lugar y respirara por ella. Presiento que suspiramos a dúo. Para esta clase de presentimientos habría también una novela. Mi otra abuela era mala, me enorgullece haber tenido como predecesora a una mujer mala, ¿qué papel jugaría en la novela?
¿Cuántas imágenes se agolpan en nuestra mente ante esta frase: “La primera cosa que recuerdo de mi infancia es...”? Completarla, seguir, encender así el fuego de la escritura. Para escribir no hay recetas, sólo dejarse fluir sin cortapisas. Otro método: Pasar de la evocación a la observación de algo que pasa ante nosotros en ese momento, ante la vista o por el pensamiento y tirar de ese hilo.

VII

Marguerite Duras no se ponía a escribir si no había hecho antes la cama. A mí me pasa. ¿En eso reside la noción de orden? Mi abuela mala decía que uno duerme tal como se hace la cama. Yo agrego: uno escribe tal como se hace la cama.
No es igual escribir desnuda que escribir vestida, de negro, de raso, de blanco, de lino, de rojo, de lana. Así como elijo las prendas con las que me visto, así escribo. Desenfado y suntuosidad.

VIII

Una lista de palabras, un mail, una novela rosa o negra, este artículo para la revista MYS, una notita en la nevera, una carta al padre o a la madre, a los hijos, a un interlocutor imaginario... ¡bienvenidos sean los interlocutores! (no decimos lo mismo aunque hablemos de lo mismo a una que a otro interlocutor). Sea cual sea, la escritura abre las compuertas de las zonas propias a las que de otro modo no se llegaría y pone en movimiento nuestras zonas dormidas.

Lobo Antúnes dedica un libro a sus padres, que no lo leían ni lo entendían. ¿Qué habrá querido averiguar? ¿Qué herida habrá querido curar?
Hitos que configuran un mapa de nuestra historia personal quedarían en la sombra para siempre si no hiciéramos el esfuerzo por sacarlos a la luz. Un repaso a las capas de nuestra biografía, cubierta de primos, paseos, rechazos, malentendidos, permite transitar por zonas a veces dolorosas, enfrentarlas, buscarles una función, admitirlas y encontrar la propia voz. Es un camino hacia la reconstrucción de lo que tiene aluminosis.

IX

Tal vez, el trabajo consiste en atrapar la frase que se nos ocurre, en vez de permitir que se desvanezca como tantas otras frases que pasan por nuestra conciencia. Tomar nota, estar receptiva en lugar de permanecer inerte.
Los poderes liberadores, analgésicos y reconstituyentes de la escritura hacen su efecto si se les dedica algún tiempo más o menos constante y cierto esfuerzo de sinceridad. Es cuestión de desprender las capas de la cebolla, explorando entre ellas hasta el final, resistiendo aunque nos lloren los ojos.

silviaadelakohan@grafein.jazztel.es

06 noviembre 2007

Cortázar y su Rayuela (capt. 7)

Entrevista

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Silvia Adela Kohan

"Escribir bien es saber mirar"


Silvia Adela Kohan es licenciada en filología hispánica, investigadora de técnicas de creatividad en literatura y lenguaje, y directora de la revista Escribir y publicar. Cofundadora de Grafein (talleres de escritura y reflexión teórica), actualmente en Barcelona, colabora en el suplemento cultural del diario La Nación, de Buenos Aires. Además, es autora de numerosos libros, entre ellos, De la autobiografía a la ficción , Escribir una novela, Así se escribe un buen cuento, Taller de escritura: el método y Ava lo dijo después . Ganadora del Premio Delta 2005, Finalista en concursos como el “Juan Rulfo” de cuento y el Lumen “Femenino Singular” de novela.

A uno le parece que debe ser complicado eso de rascar en la teoría literaria, buscando siempre el mecanismo que hace funcionar la máquina –la esencia que da vida al texto– y a la vez llevar a cabo una intensa actividad literaria, fuera de la investigación en sí. Una especie de dos caras, a lo Jekyll y Hyde. En Silvia Adela Kohan todo es literatura, permanentemente en contacto con ella. Y ello le permite partir de la biopsia del texto y construir sus novelas sobre pilares de acero. Hacerlo sin imitar el esquema clásico de las novelas, escarbando nuevas maneras.

P.- Silvia, ¿cómo compaginas el ver la literatura con ojos teóricos y luego situarte como escritora ante el papel?

R.- La escritura es la historia de mi vida. Vivo escribiendo, mirando la realidad desde la ficción, estoy siempre en predisposición de escritura, todo pasa por el filtro de la literatura. En este sentido, escribir te permite tener más ojos, investigar el otro lado de las cosas, probar puntos de vistas, transitar esa frontera entre la teoría y la práctica permanentemente. La teoría es un disparador.

P.- ¿Qué te consideras, más escritora, profesora...?

R.- Todo pasa por el mismo filtro. Experimento variantes para comentarlas con los talleristas o para desplegarlas en un libro de técnicas literarias. Precisamente, la novela con al que acabo de ganar el premio Delta, Un año de mi vida , fue el resultado de uno de estos experimentos. Me propuse “engordar” un relato de ocho páginas probando distintas opciones para luego proponerlas en el taller. Mis talleristas se ríen porque, sin darme cuenta, veo en libro muchas de sus ideas y así les propongo novelas, divertimentos, peculiares libros de relatos...

P.- Si te pregunto por tus referentes literarios y Argentina. Viniste hacia los ochenta a España, ¿queda algo del juego sudamericano de Cortázar en tus historias? ¿Qué conservas todavía de esa Argentina literaria?

R.- Cortázar fue una etapa, como nos pasó a todos en los setenta. Aprendimos mucho de él tanto en su planteamiento del escribir y del “desescribir” como en su mirada revolucionaria de Latinoamérica. Pero poco a poco fui tratando de encontrar mi propia voz. Me interesa mucho narrar desde mi condición de mujer en el mundo, de argentina en Catalunya, y mi Argentina literaria es la creatividad que desbordaba en Buenos Aires y en las provincias poco antes de la dictadura militar del 76 y que me ha marcado; es Macedonio Fernández, Oliverio Girondo, Borges, Bioy Casares, Silvina Ocampo, Juan José Saer, Alejandra Pizarnik, Ricardo Piglia, los vecinos uruguayos Felisberto Hernández, Ida Vilariño, Onetti y Galeano, los escritores del resto de América, franceses e italianos, sobre todo, que leíamos con pasión “a la manera argentina”, el cine, las historias personales en ciertos barrios y ciertos rincones, mis vivencias que cada tanto rescato en ese juego de Perec “Me acuerdo” al que juego a menudo consciente o inconscientemente...

P.- El azar de los personajes, de las relaciones, de los resultados... ¿En tus textos juega un papel importante el azar?

R.- Yo creo que el azar es un modo de estar más atento al entorno, a nuestros pensamientos, de llevar las antenas puestas, y entonces las cosas suceden, la simultaneidad ocurre. Y, por cierto, escribir bien es saber mirar, es encontrar esos puntos de cruce, esos chispazos que el azar ofrece. Conecto con Paul Auster.

P.- Conoces muy de cerca el ansia de los nuevos escritores por la publicación y el premio rápido, ¿cómo son estos narradores que vienen? ¿Notas que en ellos se impone más la escritura fácil que la literatura “pura”?

R.- La experiencia que tengo es la de los cientos de cuentos y poemas que nos llegan a nuestra revista Escribir y Publicar , surgida precisamente para canalizar la necesidad de la gente de ver publicados sus textos. La tendencia, en los textos recibidos, refleja de alguna manera la época que estamos viviendo: “Todo para ayer y rápido”, y la “urgencia” en nuestro oficio como en cualquier otro, no es una buena consejera. Se echa en falta un mayor rigor por parte de los autores. Por eso mismo, desde el próximo número, “regalamos” un comentario sobre los textos que nos envíen todos los suscriptores.

P.- Alguna vez te leí las condiciones ineludibles que debe reunir un poema. Utilizándote como profesora (y por eso de ponerle límites a la prosa y a la entrevista), ¿las recuerdas?

R.- Escribir poesía es transformar en música y decir mediante símbolos lo que nos ocurre todos los días. Se trata de escoger las palabras más adecuadas, las únicas que pueden decir lo que uno pretende; de conseguir una construcción rítmica armónica. Exige la palabra exacta y una cadencia marcada por la emoción. La poesía no es representación; es un instrumento mediante el cual podemos, ver, tocar, oír; no es intermediaria.
Un buen poema es una unidad completa: sugiere la totalidad sin explicarla aunque esté compuesto por unos pocos versos.


Extracto de la entrevista publicada en Literaturas.com, en 2006.